Captura de la Fragata Esmeralda (1820)
Uno de los
acontecimientos más importantes e icónicos del proceso emancipatorio
hispanoamericano -aunque por algunos poco conocido-, fue la captura de la
fragata Esmeralda por parte de los marinos e infantes de marina chilenos
pertenecientes a la Expedición Libertadora del Perú.
La Esmeralda, nave insignia del virrey y representación del poder peninsular en el Pacífico, armada con 44 cañones, tripulada por 350 marineros y defendida por más de 300 cañones terrestres -pertenecientes a las baterías del Callao-, dos bergantines y decenas de lanchas cañoneras, sucumbió ante los chilenos dirigidos en personas por el mismo Lord Cochrane en una "sorpresiva acción naval, brillantemente organizada y valerosamente ejecutada" -en palabras del historiador británico John Lynch.
Ochenta
soldados y ciento sesenta marinos, amparados por la densa oscuridad de la noche
peruana, se dispusieron para capturar a la joya del Pacífico -además de los dos
bergantines que se mantenían raudos en la bahía. Todos los hombres vestían de
blanco, llevando una cinta azul en su brazo izquierdo que los distinguía en
medio de la noche.
Dispuesto en
dos divisiones de siete embarcaciones, se adentraron en el Callao
silenciosamente, tomando por sorpresa tanto a los artilleros de los castillos
como a la tripulación de la ansiada fragata. En apenas 15 minutos la nave
estaba ya en poder chileno y, en torno a la dos y media de la madrugada, la
Esmeralda salía del puerto del Callao y se integraba a la incipiente marina de
Chile con el nombre de Valdivia, rememorando la heroica jornada que constituyó
la captura del otrora llamado inexpugnable antemural del Pacífico.
La captura de
la Esmeralda -además de algunas cañoneras- constituyó un durísimo golpe para el
poder, la moral y el prestigio de las fuerzas del rey, pues, de manera
excepcional se logró burlar todo el aparato defensivo del puerto del Callao. En
primer lugar, la balanza de poder naval en el Pacífico se inclinó totalmente a
las las fuerzas patriotas y a la República de Chile. En segundo lugar, -y en
palabras de Armando de Ramón- el prestigio del virrey Pezuela se vió aún más
menoscabado mientras que la moral de la Expedición Libertadora aumentó de
manera formidable. El desánimo imperante en Lima resultó ser un aliciente
importante a la posterior deserción de tropas, tales como el Batallón Numancia
y sus 600 plazas y, posteriormente, la entrada pacífica de San Martín a La
Ciudad de los Virreyes.
Fuentes:
-DE RAMÓN,
Armando; COUYOUMDJIAN, Juan Ricardo; VIAL, Samuel: Ruptura del Viejo Orden
Hispanoamericano. Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1993.
-LYNCH, John:
Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826. Editorial Ariel, Barcelona, 1976.
-SOLANO
PÉREZ, Edgardo: Participación de los soldados chilenos que Integraron la
Expedición Libertadora del Perú. Anuario de la Academia de Historia Militar
N°24, Santiago de Chile, 2010.
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