Los siete pecados capitales del Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial: 3° Bélgica y Polonia, o la huída de la realidad
El plan Schlieffen fracasó antes de llegar al río Marne; fracasó
estratégicamente en el momento en que el ejército ofensivo alemán dejó de
rodear a los franceses. En teoría, el fracaso de Schlieffen conllevaba el fin
de la guerra para Alemania, pues, el grueso de sus ejércitos estaban dispuestos en occidente, en momentos en
que la “aplanadora rusa” avanzaba lenta pero segura desde el este. Sin embargo,
pese a la abismal diferencia numérica, los ejércitos alemanes en el este, de la
mano de sus generales Ludendorff y Hindenburg, lograron superar a los rusos en
una serie de operaciones osadas y brillantes a partir de la Batalla de
Tannenberg (1914).
Hacia
1915 y 1916, la impresión general de la guerra fue de un empate momentáneo,
pese a estar los alemanes a la defensiva y bajo el tortuoso bloqueo inglés, en
momentos en que las fuerzas enemigas seguían en aumento. Esta situación sin
duda hacía honor a la capacidad bélica y la valentía del ejército y el pueblo
alemán, así como a la superior habilidad de su mando militar; pero, si bien
Alemania ya lo había puesto todo en la balanza, los aliados aún no.
En efecto, la misión lógica de la política alemana era clara:
aprovechar el tiempo ganado, sus victorias y su capacidad de aguante para poner
fin político a la guerra, al menos en un frente. Sin embargo, la política
alemana no estuvo a la altura de las circunstancias. Este fue su tercer gran
pecado. A lo largo de la guerra, el gobierno alemán, secundado por el apoyo de
la opinión pública, rechazó siempre pactar una paz general sobre la base de un
statu quo, “sin vencedores ni vencidos”. Una paz de este tipo habría supuesto
para Alemania un regalo, pero partiendo de los deseos y objetivos alemanes,
aquello equivalía a una derrota. Alemania no miraba de frente a los hechos,
sino a sus propios deseos y objetivos. Este tipo de estado mental tiene un
nombre: pérdida del sentido de la realidad.
¿Qué pretendía Alemania con territorios ocupados como Bélgica y
Polonia? Ninguno de estos territorios formaron alguna vez parte de Alemania ni
estaban dentro de los planes geopolíticos del Káiser para lograr el dominio de
la política internacional y su ansiada hegemonía mundial. Este estado de
pérdida del sentido de la realidad del Alto Mando alemán les hizo ser incapaces
de renunciar a todo aquello que habían ganado pese a que la balanza cada vez
estaba más en su contra y el tiempo acechaba.
Fuente: Haffner, S. (1964) Los siete pecados capitales del
Imperio Alemán en la Primera Guerra Mundial.
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