Los grandes asedios de las legiones romanas: Avarico (52 a.c)


Contexto
En el remoto año 202 a.c se puso fin a la amenaza más grande que vivió la República romana hasta entonces: Cartago. Si bien es cierto que la histórica ciudad no fue destruida sino hasta el año 149 a.c (durante la Tercera Guerra Púnica, 149-146 a.c), el poder de Roma ya no tendría rivales de peso, pasando a dominar el mar Mediterráneo occidental. Ahora bien, este súbito aumento de la importancia relativa de la República le contrajo la necesidad de administrar sus territorios de una forma más eficiente y estratégica. Uno de estos territorios que tenían gran importancia geoestratégica pero que, sin embargo, no eran administrado directamente por la República, era la costa gala. En efecto, la República fundaría en el año 123 a.c la provincia de Galia Narbonense.

Enfrentamiento entre legionarios romanos tribus galas.

Años más tarde, tras finalizar el consulado de Julio César, se organiza el primer triunvirato (60 a.c), un sistema de alianzas y de apoyo que sobrepasaba al poder de la República. Este primer triunvirato estuvo conformado por Julio César, Cneo Pompeyo Magno y Marco Licinio Craso, los tres dirigentes más poderosos de la República, que ahora, en su calidad de aliados, eran conscientes de que nada sería capaz de detenerlos. A través de esta alianza, a César le fue concedido un imperium proconsulare en Iliria y en la Galia Cisalpina por cinco años, una oportunidad única para hacerse de riquezas, fama y poder, además de asegurar para Roma sus fronteras en el norte y la seguridad de las rutas hacia Hispania. La excusa de César para intervenir en la Galia Cisalpina (58 a.c) fueron los movimientos migratorios de una tribu celta considera enemiga de los amigos galos de Roma: los helvecios. Las diferentes tribus no tardaron mucho tiempo en ser derrotadas al no existir en ellas (por el momento) algún sentimiento nacional que las aunara ante el peligro común.

Desde luego que la política militar de César (por ejemplo, los altos impuestos), tras años de ocupación del territorio, hizo despertar en los galos un sentimiento de independencia. En efecto, en el año 52 a.c surge un personaje que lideraría la rebelión general de las tribus galas: Vercingetorix, de la tribu de los avernos. La estrategia de Vercingetorix para acabar con el poder de César en el país no fue atacarlo directamente sino intervenir las líneas de suministros que se dirigían a las legiones en Galia. También puso en práctica la histórica estrategia de la tierra quemada, con el fin de no dejar nada tras su paso que de algún modo César y sus legiones pudiesen disfrutar y aprovechar. Sin embargo, luego de quemar decenas de aldeas y ciudades, hubo un punto de inflexión en la estrategia de Vercingetorix: no quiso quemar la ciudad de Avarico, la ciudad más bella e importante de Galia (por otra parte, nadie creía tampoco que César fuese capaz de derribar las sólidas defensas de la ciudad). Sin embargo, la situación de César era desesperada, por lo que, frente a todo pronóstico de un éxito seguro, decide tomar la ciudad lo más rápido posible. Avarico era la típica ciudad gala fortificada, dotada por la naturaleza de un especial sistema defensivo. Tan solo disponía de un acceso por tierra firme. La ciudad tenía grandes reservas de agua y de víveres como para resistir un largo asedio.


El asedio
César comenzó a construir un terraplén de aproximación con la ayuda de manteletes. No se intentó bloquear la ciudad pues la geografía impedía el empleo de esa estrategia. En tanto, los legionarios también construyeron dos torres de asedio de una altura suficiente para superar la altura de las murallas de la ciudad. La falta de víveres hacía cada vez más desesperada la situación de César, sin embargo, el ímpetu de los legionarios hizo que el orden y la disciplina fuesen una norma durante el asedio. En poco tiempo las máquinas de asedio se pusieron en movimiento; en ese momento César se entera que Vercingetorix le pisa los talones, atacando con su caballería a las partidas romanas que salían, cada vez más lejos, a buscar víveres. En tanto, los arietes alcanzaron las murallas y comenzaron a batirlas. Los defensores respondieron con distintas estrategias: el empleo de cuerdas con el fin de coger la cabeza de los arietes y apartarlas de los muros; socavando las máquinas de asedio gracias a sus conocimientos de minería; a través de continuas salidas, tanto de día como de noche, con el fin de incendiar la maquinaria romana o a los mismo legionarios que trabajaban allí. 

Modelo del asedio de Avárico.
Se logra apreciar los terraplenes y las torres de asedio

El hambre, el frío y la lluvia incesante aquejaban al campamento romano, lo que obligó a apresurar aún más las obras de asedio. De esta forma, el terraplén (de cien metros de ancho por 24 de alto) fue terminado en 25 días. Sin embargo, los sitiados logran minar e incendiar la base del terraplén, dañandolo por un tiempo. Las obras no se detuvieron y el terraplén fue reconstruido rápidamente. Los sitiados, en vista de que ya nada les podía salvar, decidieron huir de la ciudad por consejo de Vercingetorix. Su plan era cruzar el lago por los vados y alcanzar el campamento galo. Sin embargo, los romanos, alertados por las mujeres galas que no querían quedar abandonadas, lograron evitar la huida del ejército.

Al día siguiente, una lluvia incesante comenzó a caer (y los vigías, por falta de disciplina, dejaron sus posiciones de guardias en las murallas para refugiarse en las torres de vigilancia); momento perfecto para el ataque definitivo, pues los defensores no podrían ocupar el fuego. Las legiones se apiñaron tras los manteletes y, cuando las torres alcanzaron los muros, desde todas partes se abalanzaron los soldados sobre las murallas hasta hacerse con el control de todo el perímetro. El ataque tomó por sorpresa a los galos, quienes se replegaron a la plaza, formando cuñas en las calles. Sin embargo, César no arriesgaría a sus legionarios y en efecto, no los hizo combatir allí donde el enemigo era fuerte. Descolocados con esta actitud, los galos deciden arrojar sus armas y correr a las puertas, en donde fueron masacrados. De las 40.000 personas que conformaban la población, solo quedaron con vida 800, que pudieron escapar al campamento de Vercingetorix.

El asedio de Avarico marcó un antes y un después en el desarrollo de la Guerra de las Galias. La táctica de tierra quemada resultó un fracaso para los galos. Su idea de conservar intacta la plaza y concentrar en ella la mayor parte de las provisiones resultó un grave error estratégico. Sorprende que Vercingetorix, que se encontraba cerca de la ciudad con un gran ejército galo, no decidiera arriesgar todo en una batalla definitiva y coger a los romanos por dos frentes. En cuanto a aspectos más técnicos respecto al asedio, este respondió al modelo de longinqua oppugnatio (sitio parcial o total de una ciudad al mismo tiempo en que se preparan medios de asedio para tomarla), sin embargo, finalmente, el ataque sobre Avarico se tuvo que resolver por medio de una repentina oppugnatio, es decir, con un ataque sorpresa, apoyado claramente por las torres de asedio, los manteletes, los escorpiones, el clima adverso y la constante tensión que generaba en los legionarios ser conscientes de que las provisiones se agotaban.

Fuentes:
  • Sáez, R. (2009). Los grandes asedios de las legiones romanas. Madrid: Almena ediciones.
  • Oppermann, H. (2004). Julio César: la grandeza del héroe. España: Folio ediciones.



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