El mito de la "Armada Invencible"
La “Armada Invencible” es una terminología que nace en territorio inglés para referirse a la “Empresa de Inglaterra” de 1588 impulsada
por el rey de España Felipe II con el fin destronar a Isabel I e invadir
Inglaterra a través de una gran flota acompañada por los Tercios de Flandes. En
efecto, el caso de la “Armada Invencible” constituye uno de los mitos más
duraderos y reconocidos que pasaron a formar parte de la Leyenda Negra
española. Como afirma Miguel Zorita Bayón, ningún español de la época llamó “Armada
Invencible” a ninguna flota enviada a Inglaterra. La explicación de por qué la
terminología nace en Inglaterra es simple de dilucidar: tuvo el fin de sobreglorificar la “victoria” de Inglaterra sobre el Imperio español en 1588, el Imperio que se constituía en el más fuerte de aquella época. Sin embargo, en la llamada “empresa de Inglaterra” no hubo
en ningún momento un ganador o un vencido indiscutible como veremos a
través del siguiente artículo.
Antecedentes
A mediados del siglo XVI el Imperio
Español poseía territorios en muchas partes del globo: América, Filipinas,
Italia, Países Bajos, entre otros. Sin embargo, pese a constituir –por medio
del arcabuz y la espada– la potencia
hegemónica del mundo occidental, la constante pugna entre España e Inglaterra
hizo que la seguridad de las flotas comerciales que viajaban frecuentemente
entre España y América (y que transportaban cuantiosas cantidades de metales
preciosos que financiaban las guerras del Imperio Español en Europa) se viera
constantemente amenazada por los corsarios de la flota inglesa. Ahora bien,
¿Cuál es el origen de este conflicto? La purga entre ambas monarquías se gestó
durante treinta años, desde que la reina Isabel I ascendió al trono de
Inglaterra en 1558 luego de la muerte de su hermanastra María I Tudor. Conviene
recordar que Enrique VIII, rey de Inglaterra entre 1509 y 1547, se apartó del
catolicismo y fundó la Iglesia Anglicana al divorciarse de su primera esposa,
doña Catalina de Aragón, madre de María, para luego casarse con la madre de
Isabel, doña Ana Bolena.
El breve reinado de María I, que se
extendió desde 1553 a 1558, estuvo marcado por el fuerte interés de la reina de
Inglaterra por restablecer la fe católica en su territorio. Esta cuestión más
tarde motivaría su unión en matrimonio (1554) con el príncipe heredero de
España y también Rey de Nápoles Felipe II. De esta manera, cuando abdica el rey
Carlos I de España, Felipe II asciende también como rey de Inglaterra e
Irlanda. Sin embargo, las cláusulas del acuerdo matrimonial fueron muy
estrictas. Una de estas cláusulas en particular determinaba que, si María era
la primera en morir en el matrimonio, y sin descendencia, Felipe II debería
renunciar a todo derecho sobre el trono inglés. Para desgracia de Felipe y los
intereses del Imperio y el catolicismo, fue justamente lo que sucedió: en 1558,
año del ascenso de Felipe II al trono de España, María I Tudor fallecía sin haberle
dado un hijo a su esposo. Esta situación implicó el inmediato ascenso al trono
de su hermanastra Isabel I Tudor, enérgica mujer, decidida por todos los medios
posibles a consolidar el anglicanismo en Inglaterra.
Este nuevo contexto político europeo
intensificó los problemas entre España e Inglaterra, deteriorándose sus
relaciones progresivamente. Hacia el año 1585, y pese a que la guerra no estaba
declarada, Inglaterra intensificó sus empresas marítimas; comenzaba la
verdadera lucha anglo-hispana por el dominio de los mares. Del mismo modo
Isabel formó una alianza con las Provincias Unidas, otorgándoles financiamiento
para persistir en su rebelión contra la corona española. Al mismo tiempo, la
década de 1580 trajo consigo el aumento de la influencia del poder español en
occidente, y el sucesivo temor inglés ante una hipotética invasión española
sobre suelo inglés. Este aumento de la influencia hispana se manifestó a través
de hechos como la anexión de Portugal en abril de 1581, la victoria en las
islas Azores y los progresos militares del Duque de Alba en los Países Bajos.
De esta forma, ya desde 1585, Felipe II
tenía en mente la llamada "empresa de Inglaterra", es decir, la
invasión a suelo anglosajón y la destitución de su pérfida hereje reina. Sin
embargo, Felipe II necesitaba algún pretexto legal y moral para iniciar la
guerra. La excusa la encontraría en la ejecución en 1587 de la reina de Escocia
María Estuardo, reconocida católica y condenada –supuestamente– por conspiran
contra su prima Isabel I. Esta situación enfureció al papa Sixto V, hombre
desesperadamente ansioso por restaurar el catolicismo en Inglaterra. En efecto,
aceptó colaborar con los planes españoles para invadir Inglaterra: en el año
1587 se llegó a un acuerdo con la Corona para otorgar un subsidio de un millón
de ducados para la formación de una expedición que colocase lo antes posible a
la cabeza de Inglaterra un príncipe que restaurara la fe romana. Felipe II se
presentaba entonces ante el mundo como el vengador de una reina mártir,
defensor y paladín del catolicismo contra los herejes Isabel de Inglaterra y
Jacobo IV de Escocia, lo que sumado al profundo sentimiento de frustración e
incapacidad del poder español para aplastar la revuelta de las Provincias
Unidas y lograr la seguridad de su economía en mar, constituían las mejores excusas para continuar de forma más determinada lo que conocemos hasta el día
de hoy como la Guerra anglo-española (1585-1604).
El plan de invasión
La estrategia concebida para la
invasión de Inglaterra fue el producto de las disposiciones del almirante
Álvaro de Bazán y del capitán Alejandro Farnesio. El plan consistía en
desembarcar a los Tercios de Flandes en el Condado de Kent, en la costa de
Inglaterra, iniciando la invasión terrestre hacia Londres. Al mismo tiempo, la
armada española navegaría por el Támesis hasta la capital inglesa. Para ello se
construirían una gran flota que atravesaría el Canal de la Mancha y haría
escala en Calais para embarcar a los Tercios allí apostados bajo las órdenes
del Duque de Parma don Alejandro Farnesio. En el trayecto hacia Calais se evitaría
entrar en combate directamente contra la flota inglesa que interceptaría a los
españoles, al menos hasta embarcar a las tropas en Flandes. Una vez derrotadas
las fuerzas anglosajonas se haría firmar una paz victoriosa y aplastante contra
Isabel, o en su defecto, se destituiría a la reina.
![]() |
Almirante Álvaro de Bazán |
![]() | |
|
Los preparativos
La tarea de organizar la expedición que
debía cambiar el escenario geopolítico europeo recayó sobre el experimentado almirante
Álvaro de Bazán, almirante de la flota de Lisboa. Sin embargo, el proyecto
original de Bazán fue recortado, y muchos de los barcos que solicitó nunca
llegaron a construirse. En efecto, lo que el marqués de Santa Cruz proyectaba
originalmente era una flota de unos 500 barcos y 60.000 soldados a un precio
máximo de cuatro millones de ducados. La expedición debía estar lista y
dispuesta para el año 1587. Sin embargo, en abril de ese año, el famoso corsario
inglés sir Francis Drake, que volvía de sus correrías de saqueo en el Caribe,
entró en el puerto de Cádiz junto a 6 buques de guerra y 17 mercantes armados,
iniciando un feroz ataque que se extendería por tres días. El saldo para la
flota española fue desastroso: 24 barcos fueron destruidos, 6 de ellos de más
de 1000 toneladas; también fueron destruidas mucha cantidad de materiales y
cientos de toneles destinados al transporte de agua.
La expedición de Drake retrasaría la planeada
invasión a Inglaterra en un año. Hacia febrero de 1588, fecha en que fallece por
tifus Álvaro de Bazán, la Gran Armada española aún no estaba preparada para su
empresa. Felipe II designó en su reemplazo a Alonso Pérez de Guzmán, duque de
Medina Sidonia, cuya experiencia en la preparación de flotas en Andalucía (más
no experiencia de mando, lo que constituyó uno de los motivos por el cual quiso
rechazar el mando de la expedición en un primer momento) le permitió realizar
los últimos arreglos a la flota de invasión. Sobre la figura del duque de
Medina Sidonia suele estar cubierta para una aureola absurda de ser un
fracasado incapaz, lo que estuvo lejos de demostrar en la campaña como luego
veremos.
A fines de mayo de 1588 una flota de
130 barcos (de todo tipo) estaba, en teoría, lista y dispuesta para hacerse a
la mar, sin embargo, adolecía de graves problemas estructurales en cuanto a su
composición y estrategia. Veamos. La galera, por dar un ejemplo, estaba ideada
para navegar en el tranquilo mar del Mediterráneo, no en el impetuoso y
traicionero mar septentrional. Por su parte, las urcas si estaban capacitadas
para este complejo mar, sin embargo, eran naves demasiado lentas, por ello,
determinaban la velocidad de las demás naves de la Gran Armada española. Por
otra parte, la estrategia a emplear en caso de batalla contra los ingleses, estuvo
determinada por el éxito en la Batalla de Lepanto (1571), es decir, una
doctrina de combate correspondiente a la época de las galeras, lo que explica
la disposición española por los abordajes y el uso de la infantería en desmedro
de la artillería. En efecto, las instrucciones españolas indicaban que durante
las batallas debían acercarse lo más posible al enemigo, engancharse y
abordarlos, iniciando una lucha cuerpo a cuerpo. A esto había que añadir,
además, la baja calidad de la artillería (mucha de esta construida
apresuradamente), más en comparación la artillería inglesa. En efecto, lo que
había de flota de invasión distaba mucho de lo que concibió en vida don Álvaro
de Bazán.
El zarpe la "Armada Invencible" y el estado de las flotas
Finalmente, el día 14 de mayo de 1588,
un año después de lo previsto, la Armada española zarpa desde Lisboa con rumbo
a Flandes con una fuerza de 63 buques de guerra, entre galeones, galeras,
galeazas y urcas, 68 buques de menor calado, entre naos, carabelas, zabras,
pinazas y pataches; 8.766 marineros. Sin embargo, mientras apenas navegaban por
las costas gallegas, se percatan del insuficiente abastecimiento, por lo que se
detuvieron forzosamente en el puerto de La Coruña. Esta situación restó aún más
tiempo al ataque y alertó a los ingleses de la situación. Definitivamente es el
día 22 de julio el momento en que la Gran Armada pone rumbo al Canal de la
Mancha.
Por su parte, el destino de Inglaterra
dependía de su armada. La marina inglesa era fuerte en cuanto a material, pues
fue bien asistida por el tesorero real, John Hawkins, sin embargo, sus
tripulaciones no tenían ninguna experiencia en combates navales a gran escala.
El núcleo de esta armada estaba compuesto de 34 barcos de la marina real y 30
buques mercantes.
![]() | |
|
![]() | |
|
En el Canal de la Mancha
Aunque ambas flotas parecían iguales en
número y en fuerza, diferían en cuanto su capacidad naval y de combate. Felipe
II, sensatamente, evitó que las galeras entraran en combate, dada a su clara
desventaja en los mares septentrionales. En efecto, fueron los galeones el
núcleo de la flota española, los cuales habían sido equipados con artillería
pesada, aunque de corto alcance, con el fin de dañar a los barcos enemigos y
abordarlos. Por su parte, las naves de guerra inglesas portaban cañones de
largo alcance, con el fin de mantener la distancia con el enemigo español y
aprovechar la ventaja que les otorgaba la mayor maniobrabilidad de sus naves.
Sin embargo, los cañones ingleses fueron demasiado ligeros para lograr hundir a
los galeones españoles.
En efecto, el 31 de julio, cuando la
armada española pasaba a la altura de la ciudad inglesa de Plymouth, en su
típica formación de media luna, el Almirante Howard, al mando de la flota
inglesa, zarpó en su persecución, aunque siempre guardando las distancias y
manteniéndose a popa de sus enemigos. El Duque de Medina Sidonia, por orden del
rey, no volteó a combatir contra los ingleses, pues era preferible perder algún
un barco de guerra que una urca de transporte. Esta incómoda situación
desesperó a los ingleses que no podían detener a los españoles.
![]() | |
|
El día 6 de agosto la flota española
llega a Flandes y hace escala en Calais para embarcar a los Tercios de Flandes
del Duque de Parma. Era el momento más oportuno para que los ingleses lanzaran
un ataque. En efecto, en la noche del 7 de agosto, Francis Drake envió ocho
brulotes (barcos incendiarios) contra la flota española. Esta situación provocó
que la perfecta formación de los barcos españoles se dispersara, y no fue sino hasta
el otro día que Medina Sidonia consiguió nuevamente reunirlos.
Los importantes daños causados a la
flota española desde su salida (20 naves y 5.000 hombres) fueron suficientes
para que el Duque de Parma considerarse poco prudente embarcar a sus tercios;
el Duque de Medina entonces dio por terminada la misión, y decidió volver a
España navegando no a través del Canal, atestado de buques ingleses, sino dando
un rodeo por las islas británicas y Escocia, y luego hacer el descenso a través
de la costa oeste de Irlanda hacia el norte de España.
Sin embargo, el viaje resultó terrible
y penoso. El clima, una situación lejos del alcance de Medina Sidonia, provocó
la mayoría de las bajas durante la campaña. Por ello, como afirma Miguel Zorita
Bayón, "si la Gran Armada fue un fracaso de España, en ningún momento fue
una victoria de Inglaterra". No obstante, el desastre pudo haber sido
muchísimo mayor si no es por la destreza náutica que demostraron los españoles.
Conclusión
Sin lugar a duda el fracaso de la Gran
Armada española fue un duro revés para el gobierno de Felipe II, más no fue un
revés tan abrumador como suele documentarse en distintos artículos y libros, o
como naturalizado se encuentra entre la gente que gusta de la historia y le
preguntan respecto a la "Armada Invencible". Como afirma el autor J.
Elliott, España sólo perdió cuatro galeones, y en sólo dos años Felipe II
reconstruyó su flota de Indias. Sin ir más lejos, y como constatarían Drake y
Hawkins, la flota española durante la década de 1590 era aún más fuerte de lo
que constituyó la Gran Armada. En efecto, y pese a que el golpe fue más fuerte
para la marina mercante (18 barcos perdidos de 41), el monopolio hispano sobre
el comercio americano permaneció intacto.
Por otra parte, la Guerra
anglo-española de 1585-1604 se continuó luchando, y luego de las derrotas en
Cádiz a manos de Drake y el fracaso de la Gran Armada, la guerra no constató
más que triunfos españoles, siendo uno de los más reconocidos la derrota de la
Cotraarmada inglesa, una campaña homóloga a la española pero ahora con el fin
de invadir España. Fue una derrota sin precedentes para los ingleses y constituyó
un verdadero fracaso, no como la derrota de la “Armada Invencible” española.
Finalmente, y luego de llevar la economía de ambos países al límite, se firma
la paz en el Tratado de Londres de 1604, en el España se compromete a no
intentar reinstaurar el catolicismo en Inglaterra. Por su parte, los ingleses
se comprometen a reabrir el Canal al comercio español, a dejar de financiar la
revuelta de las Provincias Unidas y a dejar de interceptar el comercio español
en el Atlántico. En efecto, la rápida recuperación de la flota española, sumado
a las continuas derrotas de los ingleses, llevaron a la monarquía española a
ganar la guerra, lo que se evidenció a través de las cláusulas del Tratado de Londres.
Fuentes
·
Elliott,
J. (1973). La Europa dividida, 1559-1598. Madrid: España Editores.
·
Rodríguez, J. (2013). Historia
naval y marítima (tomo I). Lima: División de Publicaciones de la Escuela
Superior de Guerra Naval.
·
Zorita, M. (2010). Breve
Historia del Siglo de Oro. España: Ediciones Nowtilus.
Comentarios
Publicar un comentario