El Congreso de Viena y el Nuevo Orden europeo

Luego de la derrota de Napoleón en Leipzig, también llamada la Batalla de las Naciones (1813), las monarquías europeas –enemigas de Napoleón y de la Revolución Francesa– se reunieron en la ciudad austriaca de Viena para acordar el futuro político, ideológico y territorial de Europa a través de una política completamente antirrevolucionaria y antiliberal, que tenía como fin último la restauración de las fronteras europeas anteriores a 1789 –es decir, antes de la Revolución Francesa y la expansión del imperio napoleónico– y la restauración del absolutismo. El Congreso de Viena de 1814 determinaría el funcionamiento de las Relaciones Internacionales durante décadas. 




Antecedentes
Desde 1792 a 1815, Europa estuvo casi ininterrumpidamente en guerra, una guerra que sostuvo Francia y sus dominios contra todo el resto de Europa. Desde el punto de vista de las potencias, las guerras napoleónicas también llamadas guerras de la Coalición, fueron un conflicto personal entre Inglaterra y Francia. La primera deseaba eliminar a la segunda con el fin de establecer un indiscutido monopolio comercial en los mercados europeos y ultramarinos; a Inglaterra no le interesaban las conquistas terrestres en Europa salvo la mantención de algunos enclaves estratégicos. 

La hostilidad francesa hacia Gran Bretaña era una cuestión más complejo como sostiene Eric Hobsbawn. El triunfo sobre los ingleses exigía la destrucción del comercio británico, y su aniquilamiento definitivo. La burguesía gala por su parte ansiaba a través de la superioridad militar del imperio rebasar la superioridad económica británica. Sin embargo, lo que no tenía Inglaterra en superioridad militar terrestre, lo tenía en superioridad marítima.

Pese a que el bando antifrancés (Inglaterra, Austria, Prusia y Rusia principalmente) era, en teoría, mucho más fuerte que el bando francés, la guerra fue una sucesión de éxitos militares contra las distintas Coaliciones que se levantaron contra Francia: memorables fueron las hazañas de la Gran Armeé en Ulm y Austerlitz (1805), Jena (1806), Eylau (1807), Wagram (1809). Sin embargo, y luego de que Francia derrotara a cinco Coaliciones antifrancesas, el poder económico de la nación gala comenzó a erosionarse: a pesar de haber impuesto un bloqueo continental a las importaciones inglesas al continente, los ingleses al mismo tiempo también impidieron la llegada de suministros a Francia. Esta situación hizo que Rusia rompiera el acuerdo que tenía con Francia para bloquear las importaciones británicas, lo que inició la desastrosa campaña de Napoleón a Rusia: de los 700.000 hombres que marcharon a las tierras del zar, sólo 100.000 regresaron. El desastre de la invasión francesa de Rusia animó a la conformación en 1813 de una Séptima Coalición (Inglaterra, Austria, Prusia, Rusia y Suecia), la cual en 1814 venció finalmente a Napoleón en Leipzig; el sire abdica y marcha al destierro a la isla de Elba.


El Congreso de Viena
El día 6 de abril de 1814 se firmó en París la renuncia de Napoleón Bonaparte, restaurando la monarquía en Francia. La Paz de París, firmada el 30 de mayo de 1814, fue el inicio de la reconstrucción de Europa bajo el paradigma y las disposiciones de los vencedores, pero no un tratado que buscara eliminar a Francia ni mucho menos, a diferencia, por ejemplo, del Tratado de Versalles con Alemania durante la Primera Guerra Mundial. En efecto, el régimen monárquico volvía a Francia con Luis XVIII y sus límites territoriales volvían a ser los de 1792. 

Lo acordado en París se confirmó en la ciudad austriaca de Viena, en un "Congreso General" convocado por Gran Bretaña, Austria, Rusia y Prusia, que reunió a 6 soberanos y 53 plenipotenciarios de distintos príncipes y Estados, incluyendo a la aún poderosa Francia –importante era formar un nuevo orden europeo junto a la derrotada y herida Francia–, el sultán del Imperio otomano y el Papa. Los dirigentes más importantes del Congreso eran los que conformaban la llamada Cuádruple Alianza: Inglaterra, Prusia, Rusia y Austria (y más tarde la misma Francia). Sin embargo, la batuta la llevaba Metternich, anfitrión del Congreso. 

A finales de febrero de 1815, mientras se aún se celebraba el Congreso, Napoleón escapa de su cautiverio en la isla Elba y con la ayuda de sus partidarios desembarcó en Cannes, regresó a París y restableció el Imperio. Pero éste solamente duró Cien Días, ya que una Octava Coalición (Rusia, Austria, Prusia y Gran Bretaña), al mando del Duque de Wellington, venció al Emperador en la llanura belga de Waterloo en junio de 1815. Nueve días antes de la Batalla de Waterloo, el Congreso de Viena llegaba a su fin; Luis XVIII volvía oficialmente al trono francés el día 25 de junio y un gran número de disposiciones político territoriales determinarían las relaciones europeas por décadas.


Klemens von Metternich, 
anfitrión del Congreso

Karl August von Hardenberg, 
jefe de la delegación 
prusiana en el Congreso

Robert Stewart, 
principal diplomático 
inglés en el Congreso

Charles Talleyrand, 
representante francés 
en el Congreso


Los intereses y los hechos dispuestos por el Congreso
En primer lugar, tanto a Rusia, Prusia y Austria les interesaba la restitución de los territorios conquistados por Napoleón; a Inglaterra por su parte, lo importante era ser reconocida por las demás naciones como primera potencia marítima, garantizar libre comercio y el establecimiento su dominio a través del Mediterráneo por medio de enclaves estratégicos como Malta y Gibraltar. Para garantizar la permanencia en el tiempo de cualquier acuerdo que cambiara la realidad político-territorial europea, era necesario que existiera un equilibrio, que fue precisamente el punto en que Metternich tenía más interés: los demás coincidían más o menos con esta visión: una Europa donde se preservara la paz mediante una cuidadosa balanza de intereses, donde ningún Estado pudiese sobreponerse a los demás. 

En efecto, estas fueron las principales modificaciones territoriales europeas que dispuso el Congreso de Viena: 

1. Gran Bretaña aseguró bases estratégicas en el Mediterráneo (Malta y algunas islas griegas del mar jónico); en el Mar del Norte (Hanover); y garantizó la libertad de navegación en el camino rumbo a la India, asegurando bases en Ceilán y el Cabo.  

2. Prusia pasó a ocupar Renania, Westfalia, Pomerania, el Sarre y Sajonia. Prusia de esta forma se convertía en la principal fuerza de Alemania Septentrional, constituyendo una barrera contra los intereses rusos por el este y franceses por el oeste. 

3. Rusia se apodera del ducado de Finlandia (a costa de Suecia), gran parte de Polonia y la región de Besarabia (a costa de Turquía).

4. Austria recupera sus posiciones en los Balcanes, se hace con el norte de Italia: Véneto, Lombardía y la costa Dálmata, pero pierde los Países Bajos Austriacos.

5. Francia, desde luego, pierde todas sus conquistas, vuelve a sus fronteras de 1792, restaurándose la monarquía, la cual fue reconocida por las demás potencias. 

6. Bélgica se unió a Holanda y formaron el Reino de los Países Bajos bajo la dinastía de os Orange.

7. Dinamarca, que había perdido Noruega, adquirió los ducados de Schleswig y Holstein.

8. Se crea la Confederación Germánica que estaba formada por 39 Estado (que sustituiría a la Confederación del Rin, que a su vez había sustituido al Sacro Imperio por decisión de Napoleón en 1806).

9. Todos los monarcas italianos que fueron despojados de sus reinos por Napoleón, fueron restituidos. En este mismo sentido, Italia quedó repartida en siete Estados: los reinos de Piamonte y de Lombardía-Véneto, los ducados de Parma, Módena y Toscana, los Estados Pontificios y el reino de las Dos Sicilias.

10. Suecia pasó a controlar Noruega. 

11. Se establecieron las fronteras suizas y su neutralidad, garantizado por las demás potencias. 

12. Se garantizó la libre navegación de los ríos de Europa. 



En el primer mapa se muestra la Europa en tiempos del  Imperio de Napoleón; 
en el segundo, la Europa del Congreso de Viena


La sustentabilidad del Nuevo Orden: la creación de Alianzas y la Europa de los Congresos
Con el fin de mantener, sustentar y proteger los acuerdos de Viena y, además, para evitar nuevamente la existencia de una potencia preponderante en Europa, –como lo fue Napoleón– se formaron una serie de alianzas; alguna de ellas fueron la Santa Alianza, la Cuádruple Alianza o la llamada Pentarquía.

La Santa Alianza fue una idea diseñada por el Zar Alejandro I de Rusia y creada el día 26 de septiembre de 1815. En efecto, Alejandro I, Francisco I de Austria y Federico Guillermo III de Prusia, pretendieron formar un nuevo régimen de paz, estabilidad y gobierno cristiano en Europa. De esta forma, La Santa Alianza constituyó un instrumento que estrechó los vínculos entre estos monarcas cristianos bajo los preceptos de la justicia, la caridad y la paz; la religión era la base de la estabilidad europea según esta alianza, y Rusia el árbitro de las relaciones del viejo continente.

Zar Alejandro I de Rusia, 
impulsor de la Santa Alianza

Sin duda, el hecho de que un ruso ortodoxo quisiese organizar el mundo católico molestó al Papa, así también al sultán, quien se opuso a que un infiel fuese su guía espiritual. Inglaterra nunca formó parte de la Santa Alianza.

Metternich prefirió una alianza meramente política, y fue lo que se llevó a cabo: el día 20 de noviembre de 1815 se formó la Cuádruple Alianza entre Austria, Prusia, Rusia e Inglaterra (y Francia desde 1818, pasando a llamar la Pentarquía), la cual tenía la facultad de intervenir en cualquier país y detener por cualquier medio los movimientos liberales y revolucionarios, dando así origen a la Europa de los Congresos.

Los Congresos fueron la primera instancia de las potencias para discutir aquellas cuestiones que tensaban las relaciones europeas y atentaban contra la tranquilidad, la prosperidad y la paz de las naciones de Europa –y suponen el antecedente de la Sociedad de las Naciones y las Naciones Unidas–. Este sistema sólo duró siete años, en los que se reunieron cuatro congresos: Aquisgrán 1818, que acordó la retirada del ejército aliado de Francia —y facilitó que ésta se incorporara a la Cuádruple Alianza—; Troppau, en 1820, ocasionada por la agitación revolucionaria en el Sur de Europa; éste se continuó en Laybach en 1821, con la participación de Austria, Rusia y Prusia, porque los ingleses no quisieron intervenir y los franceses se mantuvieron al margen. En Verona, el 20 de octubre de 1822 se decretó la intervención militar extranjera en España para acabar con el Trienio Liberal, encomendada a Francia, iniciándose el 7 de abril del año siguiente.


Conclusión  
El egoísmo y las pretensiones políticas, territoriales e ideológicas de las Grandes Potencias no se extinguieron con los acuerdos de Viena, pero los principios acordados allí significaron que un intento unilateral de dominación de Europa era ahora muy improbable, y que incluso los cambios territoriales en pequeña escala necesitarían la aprobación de la mayoría de los miembros del Congreso. De esta manera, no fue sino hasta la Guerra de Crimea en que no fue evidente el renacimiento del deseo de las potencias por reordenar las fronteras, sin embargo, fue una excepción que se extendió prácticamente hasta la Primera Guerra Mundial. 

Sin bien la “Pentarquía” europea supuso un importante bloque contra el expansionismo y los movimientos liberales en Europa, las cinco Grandes Potencias que la componían no estaban en igualdad militar y económica, y pese a existir un poder terrestre relativamente igualado, la supremacía inglesa en el mar era abismal.

Por otra parte, luego de los problemas que supuso la independencia de Grecia desde 1821, ocasión en que la Pentarquía no participó como bloque (Austria y Prusia se mantuvieron neutrales), Inglaterra inició una política de no intervención, negándose, en efecto, a intervenir directamente en otros Estados.

Pese a todo, el Congreso de Viena seguirá constituyendo para siempre la primera conferencia de paz del mundo moderno, marcando la pauta de lo que serían las demás conferencias internacionales. 

Fuentes
  • Lario, A (2014). Historia contemporánea universal. Del surgimiento del Estado contemporáneo a la Primera Guerra Mundial. Madrid: Alianza Editorial.
  • Olvera Gómez, R (s.f). El Congreso de Viena. 
  • Kennedy, P (2006). Auge y caída de las Grandes Potencias. Barcelona: Editorial Debolsillo.

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